miércoles, 4 de mayo de 2011

Vivencias del 27 de febrero, de la impune monta~a, hasta la ense~anza infantil

                Erase domingo, ya con la vasta resaca en su última vivencia dentro de mi cuerpo, me decido a emprender el viaje, viaje pavoroso y lleno de esplendores al adentrarme nuevamente por placidas curvas e inclinaciones que han de llevarme de un lado a otro dentro de esta bendita isla. Ya había desistido de esta idea que resuena mi cabeza,  pues al ver tanta sangre derramarse en las calles, tanta disidencia escolar, violencia y tantos males. Estos relatos se han convertido en la salvación de mi ser y esperanza de mi pueblo que sufre y sufre y se arrastra y arrastra como gusano esperando las dadivas y migajas que caen de la mesa del rico.
                Esta vez como objetivo, el festival del periódico claridad, que ya debe de estar rondando entre sus cincuenta a cincuenta y un años de publicaciones. Recogiendo así con su estilo clásico y descarrilado para los que se conforman con la bazofia y porquería que se presenta en los periódicos diz que normales. Para mí, es una jornada histórica que haya seres comprometidos con su ideal y más que eso la lucha por la verdad y ser y convertirse en ejemplo de ella.
                Pero dejémonos de fluctuaciones alabadoras de ideales que si más bien hondean sus propiedades en trapos coloridos, de esa asta no bajan a poner pie en tierra por no enfangarse y luchar junto a los hombres y mujeres que  sudan el porvenir.
                Pues allí llegue, con la cabeza más alta que nunca, más erguido que nunca pues me sentía en familia. Entre piezas artesanales, música, y el bembe pueblerino. Y con un tema patriótico lleno de valor y sacrificio según aquellos que profetizan la historia. Pero esta no es la razón de la balanza ni el equilibrio de este escrito. En este ambiente hostil para cualquiera que se sienta colonizao, allí había una tarima, mucho más pequeña que la principal. Una clase de espectáculo alcanzo a presenciar, pero no veo nada en la tarima, estaba vacía, simplemente se escuchaba la voz de una mujer. Cuando me adentro entre la pequeña muchedumbre que allí se reunió, veo un puñado de niños sentados alrededor de lo que parecía una payasa. Sombrero de flores, cara pintada, mameluco blanco y con rayas negras pintadas a mano que definían su forma. Les enseñaba a los niños lo que era un escritor, de una cabeza de “foam” sacaba pelotitas de pensamiento que unía para formar lo que ella llamaba un collar o una oración.
                En estas alturas yo me encontraba en un estado de peregrinación viajera entre el mundo real y las palabras pronunciadas por aquella payasa. Pues me sentía más niño que los niños presentes. Quería sentarme y volver a aprender por medio de aquella mujer. Pues lo hacía de la manera más pura y comprometida que he visto en mis años de existencia. Luego de explicaciones, la payasa mejor llamada maestra de maestras saca un cuento, titulado “Gorilon”, que ella cada vez que lo pronunciaba decía “Gorilooon” con acento en la “o”. Para hacerlo corto, era una pequeña ratoncita perseguida por un gorila gigante por todos los confines de la tierra. Hasta que se da por vencida y el gorilon la alcanza para este entregarle a la ratoncita un bebe ratoncito que había extraviado. La payasa mejor llamada maestra de maestras conto el cuento con un fervor y una pasión amante a lo que hacía que capto la atención de los presentes y dejo a este afortunado con una vivencia que ha de recordar durante toda su vida y con el sueño  y la ilusión de haber tenido una maestra de maestras. Gracias payasa mejor llamada maestra de maestras. Ojala, más temprano que tarde llegues a la tarima principal y enseñes al mundo a tu manera.

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