En
Jayuya hay un monte trino y otro que lo sobrepasa.
Allí
el valle de Coabey pinta tomates y abre sus casas.
¡Esta es la Tierra de los Muertos, según la leyenda indiana!
Cuando en las alturas huyen las nubes como torcaces
retrasadas,
sus sombras huidizas cruzan el valle como fantasmas.
¡Pero el monte inmenso no pasa!...
Juan
Antonio Corretjer – Coabey
Vista hacia el norte |
Una ligera neblina limitaba nuestra
visión, en cada rincón se pintaba la sábana blanca que arropaba montes enteros.
La brisa fría suavemente nos abrazaba tirándonos sábanas blancas que a su paso
nos dejaba humedecidos con una tierna llovizna. En la lejanía los montes, picos
gigantes e inmóviles como viejos guardianes. Silenciosos y eternamente
callados, y también encierran la belleza pura de la naturaleza para
obsequiárselas a aquellos que quieran conquistar sus cimas. Las nubes, huyen, a
esta altura pasan corriendo a prisa por el cielo inmenso y sus sombras
fantasmales de monte en monte pasando siempre de largo como si no hubiera obstáculo
alguno. También en la lejanía del valle, ese “Valle Heroico” cual
hace reseña Heriberto Marín Torres con su libro, que dé a momentos se limpiaba
la neblina, pintándose así las minúsculas casitas, el rio parecía un hilito
serpenteando, bordeando la falda de la montaña. El cemí gigante solo parecía un
grano de arroz perdido en un océano verde. Los helechos a nuestros pies,
servían de barandas ante el abismo profundo. Y nuestras mentes, soltáronse del
ancla del cuerpo, cada vez más livianas. Era la plena libertad que se consigue
por instantes, para luego correr de la sombra acechante de edificios y
carreteras, tapones y bocinas, del día a día y ese ciclo que todos cargamos, la
rutina.
ADAPRI - Casa Canales |
Los Tres Picachos, es uno de los
campamentos más fuertes que realiza la Asociación de Acampadores de
Puerto Rico. Al decir fuerte me refiero a varios factores, como la distancia de
la caminata, el frio, no hay agua en el lugar de acampar, la vereda que se hace
cada vez más y más empinada, y sobre todo el viento. Es uno de los picos más
altos que tiene Puerto Rico, con una altitud de 1,205 metros sobre el nivel del
mar, ocupando el quinto lugar. Su cresta divide los pueblos de Ciales y Jayuya.
Cuando Yessenia me contacto para realizar la exploración preparatoria al
campamento, no lo pensé ni una sola vez. Fue viernes, llegamos bastante
temprano a Cedetra para establecer los primeros contactos. Richy fue la primera
víctima, un empleado que en ese momento cortaba la grama del lugar. Luego de
hablar con su supervisora quedo en llevarnos en su “pickup” a la carretera 533
hasta donde la memoria del compañero Heriberto diera señal de luz, para
encontrar una vereda antigua, más fácil que comenzar caminando desde Cedetra.
Paso media hora y aun no dábamos con el lugar, Richy nos dejo en un portón que
daba acceso a lo que alguna vez fue un camino. Bueno, machetes en mano y a
abrir camino, un poco más arriba, el camino se convirtió en sendero y luego en
puro espeso bosque. Decidimos regresar y caminar más abajo en la carretera, más
abajo fueron dos kilómetros hasta encontrar nuevamente un camino que nos dio
buenas esperanzas. Nuevamente machete en mano, y esta vez el cielo comenzó a
nublarse. Caminamos mucho más que la vez anterior, el camino comenzó a elevarse
y ahí mismo se rajo el aguacero. Fue como una ola, repentino. Enchumbaos, y el
camino volvió a borrarse. Regresamos nuevamente a la carretera y nos paramos en
una cascada que encontramos en el camino. Llamamos a nuestra salvación Richy,
quien llego al rato, en su “pickup”, éramos todo risa, como embriagados, con la
exploración fallida y las ganas aventureras, las ganas de fundirnos y ser parte
de esa hermosura, decidimos acampar y comenzar nuevamente al otro día. El
primer problema fue que yo no estaba preparado para acampar, solo tenía mi ropa
mojada. Fuimos a un Pitusa donde compramos algunas cosas que necesitaríamos,
como la única pijama que había para mi, talla XL, era eso o nada. Al salir del
baño me mire, - “no me queda tan mal”, claro si tengo media pijama enrollada en
mi espalda. Conversamos un rato con el dueño de Tito`s Restaurant mientras
cenábamos, en ese momento fui bautizado como Pachango, claro un poco más flaco.
Montamos campamento, nos acostamos en la acera, y una fuerte ventisca nos
obligo a encerrarnos en la caseta. Al otro día, una exploración exitosa, llena
de buenos recuerdos, y unas ganas tremendas por que llegara el día.
Subida de las palmas |
Llego
el fin de semana del campamento, después de tanto aguardar, tanta
desesperación y ansiedad por la que tuvimos que atravesar. Teníamos
pautado quedarnos algunos en Cedetra para quedarnos desde viernes. Llegue con
Yessy a eso de las 7:30pm y no había nadie. Decidimos ir a comer al restaurante
de la piedra escrita, luego de pedir, se va la luz. Comimos iluminándonos con
nuestras linternas, para regresar a encontrarnos con los compañeros. Nos
acostamos temprano como a eso de las 10pm, varios en caseta, varios en sus
autos y David en el balcón de la Casa Canales. Carlitos llego como a las 11pm,
emocionado, decía que venía por el camino escuchando a Bob Marley y que había
visto arboles que caminaban, eso nos sirvió de relajo para esta noche y los dos
días siguientes. Mientras conversábamos, me pude percatar que a solo unos pasos
en una bombilla que alumbra la Casa Canales cerca de la bandera estaba
lloviendo. Fue maravilloso ver que a solo unos pasos llovía, luego regresabas y
ya no había lluvia. Bueno a dormir y hasta el otro día.
Fresa silvestre |
Yessy - Gabo |
Nos
apretamos las mochilas y a caminar, por el sendero húmedo, lleno de matas de
guineo, ortigas, guamas, fresas silvestres y el resto verdor que se esparcía
por todos lados. Yo iba al frente con una barita sacando las telas de araña,
cuando Ron sale con una de las suyas – “Cuando los españioles pasaron por aquí,
usaban las cruces para quitar las telas de arañias ”. Comiendo fresas llegamos
a la parada donde recargaríamos agua, pero algo había cambiado, lo que habíamos
identificado en la exploración como una buena fuente de agua, solo le quedaba
un hilito. Nos la manejamos para exprimirle agua al pequeño riachuelo para
seguir adelante, nos esperaba la tremenda travesía de las palmas. Mas que
travesía, es un desafío, al llegar a las palmas, al menos Yessy y yo sabíamos
que teníamos un kilometro de una pendiente resbalosa, donde se va uno aferrándose
de palma en palma, no solo para no caer, sino para tomarse un buen aire, para
subir a la próxima palma. Y al alzar la vista, ves el final, pero al llegar
solo se extiende para ver otro final. Y en uno de esos finales paramos un rato
para descansar. Mientras se iban acercando compañeros, se ve uno que avanzaba
más que los otros, trepando como una cabra, con el paso seguro sin parar, sin
que le faltara el aire. Era Indio.
Gaeotis flavolineata |
Contaba
que luego de que nos fuimos de Cedetra, se cansó de esperar por su grupo, fue a
su casa, busco su mochila, fue a una tiendita compró un bollo de pan un
gatorade y arrancó a pie. –“Faltan solo cinco minutos”, y se alejo
trepando como si ya lo hubiera hecho mil veces. Allá riba lo encontramos, en el
lugar que habíamos destinado como campamento, fresquecito como si no hubiera
hecho nada, y nosotros todos con la lengua por fuera. Todos escogimos lugar
para acampar, buscando por donde menos diera el viento, pues además de la
neblina que había a medio día como premonición del frio que nos azotaría en la
noche, el viento era el factor que más nos preocupaba. Al estar preparando un
área para acampar el Indio movió un tronco algo podrido, sin intensión alguna,
salió de la nada una maravilla, era una lapa, pero no una cualquiera, esta era
transparente, tan transparente que podía verse sus entrañas en forma de Skittle
que bien describió Indio. En estos trajines, lo conocimos mejor, su nombre es
Wakarakari Arawak que significa “El joven siervo de las altas cuevas de las montañas”.
Luego de haber almorzado, se escucharon gritos en la lejanía, retumbando por
las montañas, y las lloviznas haciéndoles coro. Era el grupo que Waka estaba
esperando, un grupo de jóvenes que también llegaron con la lengua por fuera, se
detuvieron unos minutos y siguieron camino hasta el último pico. Luego
a nuestra ida al último pico nos los encontramos en su regreso todos mojados.
Camino al último pico |
El
camino por la cresta de las montañas es estrecho, unos pocos pies a los lados y
es todo precipicio, solo queda seguir adelante, por resbaladizas cuestas ya sea
subiendo o bajando, con el paso seguro y firme llegamos al segundo pico donde
nos detuvimos por unos minutos. Allí la maravilla comenzaba a destaparse,
seguimos al tercero, una bajada y una subida más. El túnel de helechos y
hierbas cortantes que se aferran a lo que tengan contacto, fueron la bienvenida
al final. Y al dar los últimos pasos el cuerpo se va erguiendo, ya las manos no
están en el suelo y los ojos se lanzan a la inmensidad de las
hermanas montañas arropadas por sábanas de niebla.
Último pico |
Regresamos
atónitos, cansados con una gran sonrisa, espantados de tanta belleza y nos recostamos
por buen rato. Luego el baño de gato a fuerza de “Shubs” y todo el mundo a
cenar. Hice un trato con Yessy, yo cargaba la olla y compartiría los ricos
Mc`nCheese con salchichas por el lao. Cuatro comimos de ese rico manjar, para
rapidito lavar la olla y preparar la chocolatada. Media hora después estaba
todo el mundo enliado en su nio, y yo en mi hamaca, en ese meneo sereno con la
vista más espectacular de Coabey en la noche, cientos de bombillitas en la
lejanía anteponiéndose al obscuro fondo, y mas acá, los arboles, las palmas,
eran sombras que se iban borrando al mismo paso lento del sueño que me estaba
llevando.
Mc`nCheese con salchichas |
Amaneció
con la misma neblina que llegamos el día anterior. Una chocolatada matutina
esparció sus aromas que se iban rápidamente con el viento, desayunamos. Waka,
quien había llevado su flauta nos toco unas hermosas melodías que le dieron a
este campamento un toque mágico. Luego un grupo pequeño de compañeros fue
nuevamente a visitar el último pico. Mientras el resto empacaba, yo tristemente
soltaba las amarras de mi hamaca, como si soltara un barco para irme lejos de
mi hogar. A punto de irnos, llega un grupo de personas entre ellos una persona
con una prótesis en una pierna, como si se burlara de su propio destino,
retando sus propios límites. Ya todos con mochilas en las espaldas, algo así
como burros de carga erguidos, comenzamos a bajar. Luego de un rato el grupo se
disperso, unos bajaban rápidamente como si surfearan la gran montaña y otros
pocos atrás con el paso cauteloso y seguro. A mitad de la bajada de las palmas,
en la parte de la roca resbalosa que tiene una soga fija para ayudar a pasar,
nos encontramos los últimos en pasar, David, Primo y yo. En ese
mismo orden pasamos, cuando al Primo quien ya se había lastimado un codo el día
anterior, terminada la soga comienza a descender poco a poco el resto de
bajada. Mientras yo voy bajando por la soga lentamente cuando de pronto se
escucha el ruido que le estremece el alma a cualquiera, mire hacia abajo y vi
al Primo con la cabeza hacia abajo y una pierna enredada en una rama que lo
salvo de seguir. Rápidamente sueno el pito de alerta, y voy bajando para
socorrer al amigo mientras David sube el mismo tiempo. Afortunadamente estaba
casi intacto, solo con el mismo codo un poco mas lastimado. De ahí en adelante
bajamos todos un poco más cautelosos y menos dispersos. Ya en el final
esperando que nuestro chofer fuera a buscarnos, recibimos el pequeño discurso
de Yessenia sobre nuestra dispersión a la hora de caminar, y la disposición
correcta de minas en el camino.
Wakarakari Arawak |
Varios
días después, recibimos todo el mensaje de la olla de la chocolatada perdida.
Así estuvimos varios días más sin dar con su paradero. Hasta que el día de la
próxima exploración, cuando Yessy me envía una foto con la olla dentro de su
neverita.