martes, 12 de junio de 2012

En Alguna Vereda: 10 junio 2012


"Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino, 
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en el mar."

Antonio Machado
Proverbios y Cantares

              
             Abrí los ojos hace dos o tres horas. Levantado por el primer resplandor del sol que con sus rayos golpeaba mi ventana. Unas ansias de perderme hace algunos días me acechaba, como una hermana de la sombra con la cual arrastro siempre. No es una perdición de hundirse en el olvido, no señoras y señores, si no  que es como un ave enjaulada dentro de uno, el ave de la cotidianidad. Y esa ave hay que echarla al vuelo, porque si no se nos pudre en un lecho sobrepisada por las bocinas del tapón y el asecho constante del futuro incierto.

                La esencia de un ave es volar, es lo que la distingue de los demás animales. Entonces si pierde su esencia, su identidad, pierde el alma y la vida que pudo haberla poblado. Un ave que vuela, canta ante la libertad de los cielos. Un ave enjaulada, emite alaridos desesperados ante su lecho de muerte. El humano no queda excluido de esta naturaleza. Pues nos encerramos en cuatro paredes con una que otra ventana para que nos de la ilusión de poder ver el mundo exterior. Luego nos echamos a la brega cotidiana, nos levantamos temprano antes que el sol. Nos echamos a la boca la cosa más amarga, un café colombiano. Luego nos dirigimos al tapón, si ese embotellamiento de fieras salvajes todas encaminadas a pasar al mismo tiempo. Y nos encerramos en cuatro cristales mascando chicle con gafas obscuras para que no vean nuestros ojos. Porque nos descubren, se nos sale el sudor de nuestro afán del yo, mi, mi y nada más. Y no solo eso, nos creemos la gran maravilla de la creación, somos el centro, el personaje principal desta novela y todo gira alrededor de nosotros. Y el pobre Galileo fue condenado y sentenciado al infierno. Perdonado cuatrocientos años después algo así como “Oh, perdone, es que nos dejamos llevar por el sentido literal de las Sagradas Escrituras”. Pero aun no perdonan al que diga “que la propiedad privada es una cosa robada” y se siguen escondiendo detrás de las murallas de oro del Vaticano. El hombre destruye lo que no entiende, ¿se nos hace más fácil destruir este mundo que entenderlo?

                Bien, así que me dirigí partiendo del campamento Boquerón en el Bosque Estatal de Guanica en dirección al Fuerte Capron, el cual cuenta con unas preciosas vistas de la bahía. Pero allá no me dirigía, como ya dije antes “quería perderme”. Mas o menos un kilometro adentro tome la primera desviación hacia la izquierda, el camino ya no era tan regular como el principal, sino que comenzó un leve descenso con unas piedras sueltas que hacían resbalar un poco a estas botas baratas. Me desvié nuevamente por un pequeño sendero desmarcado el cual me llevo a una pequeña laguna en medio del lugar más árido deste archipiélago. Guarnecido por las copas de los arboles, no entraba ni un rayo de sol a aquella agua estancada de un color no muy apetecible por mas calor que hiciera. Regrese y continúe por el camino secundario descendiendo  hacia lo que ya sabía, el final marcado por una especie de redondel creada con las mismas piedrecillas del camino. La última vez que estuve me dije “esto no puede terminar aquí”. También me di cuenta que había un sendero casi invisible borrado por la hierba y el desuso. Hoy era ese día de atravesar y traer nuevamente a la vida este sendero lleno de espinazos que se interponían a cada paso, lo que me hacia avanzar más lento. Esto me llevo a seguir descendiendo por lo que parecía una cuenca seca de algo que fue un rio entre dos montañas que no perdía de vista. Había demasiadas piedras bastante grandes, pero no estaban degastadas por eso digo que quizás podría haber sido un rio o quizás cayeron de ambas montañas, lo que creaba un desfiladero mortal en cualquier instante. El lugar, desfiladero o cuenca seca, estaba lleno de cuevecitas ya sea entre piedras o impregnadas en los laterales de la montañas. Una casi al final, al final que definió mi final, llamo mi atención, ya que era lo bastante grande como para albergarme, luego de una pequeña  escalada de unos tres metros, si por que la desgraciada no podía estar en otro lugar que trepada, pero valió el esfuerzo, corría un poco mejor el aire, no había tanto mosquito y alcanzaba a tener una vista más amplia de lo que tenía a mi alrededor. Un lugar acogedor como un buen sofá natural, allí estuve buen tiempo, quizás una hora y media o más. Este entorno de cantos de pájaros en cada esquina, de la ola de ruido que produce el viento contra los arboles al revolcar sus hojas, el rechinar de los troncos, los surcos que me hacia el sudor y el sol empeñao en emitir toda su fuerza en ese instante que estas bajo el, me hicieron pensar y reflexionar sobre muchas cosas, y una que se me quedo fue, ¿Qué es la vida? El cual desarrolle más adelante luego de haber descansado en la conformidad de mi hogar.

                Según la Real Academia Española, define como: Fuerza o actividad interna sustancial,  mediante la que obra el ser que la posee. Ósea que la vida tiene dos elementos básicos, uno el tener la capacidad de resistir, empujar, tirar, mover ext. Y dos hacer uso de esa capacidad. Por lo tanto, si reconocemos las injusticias y poseemos la capacidad de combatirlas pero no lo hacemos, estamos muertos. Si vemos un aerogenerador inútil sobre nuestras tierras que debieron de habernos dado de comer, y no hacemos nada estamos muertos. Si vemos la destrucción, corrupción, desigualdades y todos esos males que nos embaten y no hacemos un demonio por ello, estamos muertos. Como leí en Soldados de Salamina de Javier Cercas, algo así “parece que el destino del mundo está en el sacrificio de unos pocos”. Pues parece que los muertos se creen “vivos” al sacrificio de los que realmente están vivos.