lunes, 8 de julio de 2013

ADAPRI: Los Tres Picachos

En Jayuya hay un monte trino y otro que lo sobrepasa.
Allí el valle de Coabey pinta tomates y abre sus casas.
¡Esta es la Tierra de los Muertos, según la leyenda indiana!
Cuando en las alturas huyen las nubes como torcaces retrasadas,
sus sombras huidizas cruzan el valle como fantasmas.
¡Pero el monte inmenso no pasa!...

Juan Antonio Corretjer – Coabey



Vista hacia el norte
Una ligera neblina limitaba nuestra visión, en cada rincón se pintaba la sábana blanca que arropaba montes enteros. La brisa fría suavemente nos abrazaba tirándonos sábanas blancas que a su paso nos dejaba humedecidos con una tierna llovizna. En la lejanía los montes, picos gigantes e inmóviles como viejos guardianes. Silenciosos y eternamente callados, y también encierran la belleza pura de la naturaleza para obsequiárselas a aquellos que quieran conquistar sus cimas. Las nubes, huyen, a esta altura pasan corriendo a prisa por el cielo inmenso y sus sombras fantasmales de monte en monte pasando siempre de largo como si no hubiera obstáculo alguno.  También en la lejanía del valle, ese “Valle Heroico” cual hace reseña Heriberto Marín Torres con su libro, que dé a momentos se limpiaba la neblina, pintándose así las minúsculas casitas, el rio parecía un hilito serpenteando, bordeando la falda de la montaña. El cemí gigante solo parecía un grano de arroz perdido en un océano verde. Los helechos a nuestros pies, servían de barandas ante el abismo profundo. Y nuestras mentes, soltáronse del ancla del cuerpo, cada vez más livianas. Era la plena libertad que se consigue por instantes, para luego correr de la sombra acechante de edificios y carreteras, tapones y bocinas, del día a día y ese ciclo que todos cargamos, la rutina.

ADAPRI - Casa Canales
Los Tres Picachos, es uno de los campamentos más fuertes que realiza  la Asociación de Acampadores de Puerto Rico. Al decir fuerte me refiero a varios factores, como la distancia de la caminata, el frio, no hay agua en el lugar de acampar, la vereda que se hace cada vez más y más empinada, y sobre todo el viento. Es uno de los picos más altos que tiene Puerto Rico, con una altitud de 1,205 metros sobre el nivel del mar, ocupando el quinto lugar. Su cresta divide los pueblos de Ciales y Jayuya. Cuando Yessenia me contacto para realizar la exploración preparatoria al campamento, no lo pensé ni una sola vez. Fue viernes, llegamos bastante temprano a Cedetra para establecer los primeros contactos. Richy fue la primera víctima, un empleado que en ese momento cortaba la grama del lugar. Luego de hablar con su supervisora quedo en llevarnos en su “pickup” a la carretera 533 hasta donde la memoria del compañero Heriberto diera señal de luz, para encontrar una vereda antigua, más fácil que comenzar caminando desde Cedetra. Paso media hora y aun no dábamos con el lugar, Richy nos dejo en un portón que daba acceso a lo que alguna vez fue un camino. Bueno, machetes en mano y a abrir camino, un poco más arriba, el camino se convirtió en sendero y luego en puro espeso bosque. Decidimos regresar y caminar más abajo en la carretera, más abajo fueron dos kilómetros hasta encontrar nuevamente un camino que nos dio buenas esperanzas. Nuevamente machete en mano, y esta vez el cielo comenzó a nublarse. Caminamos mucho más que la vez anterior, el camino comenzó a elevarse y ahí mismo se rajo el aguacero. Fue como una ola, repentino. Enchumbaos, y el camino volvió a borrarse. Regresamos nuevamente a la carretera y nos paramos en una cascada que encontramos en el camino. Llamamos a nuestra salvación Richy, quien llego al rato, en su “pickup”, éramos todo risa, como embriagados, con la exploración fallida y las ganas aventureras, las ganas de fundirnos y ser parte de esa hermosura, decidimos acampar y comenzar nuevamente al otro día. El primer problema fue que yo no estaba preparado para acampar, solo tenía mi ropa mojada. Fuimos a un Pitusa donde compramos algunas cosas que necesitaríamos, como la única pijama que había para mi, talla XL, era eso o nada. Al salir del baño me mire, - “no me queda tan mal”, claro si tengo media pijama enrollada en mi espalda. Conversamos un rato con el dueño de Tito`s Restaurant mientras cenábamos, en ese momento fui bautizado como Pachango, claro un poco más flaco. Montamos campamento, nos acostamos en la acera, y una fuerte ventisca nos obligo a encerrarnos en la caseta. Al otro día, una exploración exitosa, llena de buenos recuerdos, y unas ganas tremendas por que llegara el día.

Subida de las palmas
                Llego el fin de semana del campamento, después de tanto aguardar, tanta desesperación  y ansiedad por la que tuvimos que atravesar. Teníamos pautado quedarnos algunos en Cedetra para quedarnos desde viernes. Llegue con Yessy a eso de las 7:30pm y no había nadie. Decidimos ir a comer al restaurante de la piedra escrita, luego de pedir, se va la luz. Comimos iluminándonos con nuestras linternas, para regresar a encontrarnos con los compañeros. Nos acostamos temprano como a eso de las 10pm, varios en caseta, varios en sus autos y David en el balcón de la Casa Canales. Carlitos llego como a las 11pm, emocionado, decía que venía por el camino escuchando a Bob Marley y que había visto arboles que caminaban, eso nos sirvió de relajo para esta noche y los dos días siguientes. Mientras conversábamos, me pude percatar que a solo unos pasos en una bombilla que alumbra la Casa Canales cerca de la bandera estaba lloviendo. Fue maravilloso ver que a solo unos pasos llovía, luego regresabas y ya no había lluvia. Bueno a dormir y hasta el otro día.

Fresa silvestre
                
                Amaneció temprano, al menos para mí que puse la alarma para las 5:15am, luego de un baño de gato con el agua friísima, quede despierto. Llegaron varios compañeros mas, como Ron y Richard. Desayunamos en Pollos Core, al regresar  ya casi estaba todo el mundo listo, el chofer Okman había llegado, y una persona que no reconocíamos. Le pregunte a alguien por el – “Si, el va a llevar a un grupo a los Tres Picachos, pero aun no ha llegado la gente, le dicen Indio.” Luego converso con Yessy al respecto quien me dice –“bueno, parece más un insurgente”. Llego el momento de partir, dejamos a Indio solo, y nos apiñamos todos en la guagua de Okman. Parecíamos inmigrantes tratando de cruzar una frontera. Pero no una frontera cualquiera, saltábamos al otro lado, fuera de la civilización,  detrás de la ciudad donde las montañas se visten de verde vivo, regresamos una vez más a la naturaleza para llenar nuestros corazones así como se llena una botella de agua para saciar la sed y llegar un poco más lejos.

Yessy - Gabo
                Nos apretamos las mochilas y a caminar, por el sendero húmedo, lleno de matas de guineo, ortigas, guamas, fresas silvestres y el resto verdor que se esparcía por todos lados. Yo iba al frente con una barita sacando las telas de araña, cuando Ron sale con una de las suyas – “Cuando los españioles pasaron por aquí, usaban las cruces para quitar las telas de arañias ”. Comiendo fresas llegamos a la parada donde recargaríamos agua, pero algo había cambiado, lo que habíamos identificado en la exploración como una buena fuente de agua, solo le quedaba un hilito. Nos la manejamos para exprimirle agua al pequeño riachuelo para seguir adelante, nos esperaba la tremenda travesía de las palmas. Mas que travesía, es un desafío, al llegar a las palmas, al menos Yessy y yo sabíamos que teníamos un kilometro de una pendiente resbalosa, donde se va uno aferrándose de palma en palma, no solo para no caer, sino para tomarse un buen aire, para subir a la próxima palma. Y al alzar la vista, ves el final, pero al llegar solo se extiende para ver otro final. Y en uno de esos finales paramos un rato para descansar. Mientras se iban acercando compañeros, se ve uno que avanzaba más que los otros, trepando como una cabra, con el paso seguro sin parar, sin que le faltara el aire. Era Indio.

Gaeotis flavolineata
                Contaba que luego de que nos fuimos de Cedetra, se cansó de esperar por su grupo, fue a su casa, busco su mochila, fue a una tiendita compró un bollo de pan un gatorade y arrancó a pie.  –“Faltan solo cinco minutos”, y se alejo trepando como si ya lo hubiera hecho mil veces. Allá riba lo encontramos, en el lugar que habíamos destinado como campamento, fresquecito como si no hubiera hecho nada, y nosotros todos con la lengua por fuera. Todos escogimos lugar para acampar, buscando por donde menos diera el viento, pues además de la neblina que había a medio día como premonición del frio que nos azotaría en la noche, el viento era el factor que más nos preocupaba. Al estar preparando un área para acampar el Indio movió un tronco algo podrido, sin intensión alguna, salió de la nada una maravilla, era una lapa, pero no una cualquiera, esta era transparente, tan transparente que podía verse sus entrañas en forma de Skittle que bien describió Indio. En estos trajines, lo conocimos mejor, su nombre es Wakarakari Arawak que significa “El joven siervo de las altas cuevas de las montañas”. Luego de haber almorzado, se escucharon gritos en la lejanía, retumbando por las montañas, y las lloviznas haciéndoles coro. Era el grupo que Waka estaba esperando, un grupo de jóvenes que también llegaron con la lengua por fuera, se detuvieron unos minutos y siguieron camino hasta el último pico.  Luego a nuestra ida al último pico nos los encontramos en su regreso todos mojados.

Camino al último pico
                El camino por la cresta de las montañas es estrecho, unos pocos pies a los lados y es todo precipicio, solo queda seguir adelante, por resbaladizas cuestas ya sea subiendo o bajando, con el paso seguro y firme llegamos al segundo pico donde nos detuvimos por unos minutos. Allí la maravilla comenzaba a destaparse, seguimos al tercero, una bajada y una subida más. El túnel de helechos y hierbas cortantes que se aferran a lo que tengan contacto, fueron la bienvenida al final. Y al dar los últimos pasos el cuerpo se va erguiendo, ya las manos no están en el suelo y los ojos se lanzan a la inmensidad  de las hermanas montañas arropadas por sábanas de niebla.

Último pico
                Regresamos atónitos, cansados con una gran sonrisa, espantados de tanta belleza y nos recostamos por buen rato. Luego el baño de gato a fuerza de “Shubs” y todo el mundo a cenar. Hice un trato con Yessy, yo cargaba la olla y compartiría los ricos Mc`nCheese con salchichas por el lao. Cuatro comimos de ese rico manjar, para rapidito lavar la olla y preparar la chocolatada. Media hora después estaba todo el mundo enliado en su nio, y yo en mi hamaca, en ese meneo sereno con la vista más espectacular de Coabey en la noche, cientos de bombillitas en la lejanía anteponiéndose al obscuro fondo, y mas acá, los arboles, las palmas, eran sombras que se iban borrando al mismo paso lento del sueño que me estaba llevando.

Mc`nCheese con salchichas
                Amaneció con la misma neblina que llegamos el día anterior. Una chocolatada matutina esparció sus aromas que se iban rápidamente con el viento, desayunamos. Waka, quien había llevado su flauta nos toco unas hermosas melodías que le dieron a este campamento un toque mágico. Luego un grupo pequeño de compañeros fue nuevamente a visitar el último pico. Mientras el resto empacaba, yo tristemente soltaba las amarras de mi hamaca, como si soltara un barco para irme lejos de mi hogar. A punto de irnos, llega un grupo de personas entre ellos una persona con una prótesis en una pierna, como si se burlara de su propio destino, retando sus propios límites. Ya todos con mochilas en las espaldas, algo así como burros de carga erguidos, comenzamos a bajar. Luego de un rato el grupo se disperso, unos bajaban rápidamente como si surfearan la gran montaña y otros pocos atrás con el paso cauteloso y seguro. A mitad de la bajada de las palmas, en la parte de la roca resbalosa que tiene una soga fija para ayudar a pasar, nos encontramos los últimos en pasar,  David, Primo y yo. En ese mismo orden pasamos, cuando al Primo quien ya se había lastimado un codo el día anterior, terminada la soga comienza a descender poco a poco el resto de bajada. Mientras yo voy bajando por la soga lentamente cuando de pronto se escucha el ruido que le estremece el alma a cualquiera, mire hacia abajo y vi al Primo con la cabeza hacia abajo y una pierna enredada en una rama que lo salvo de seguir. Rápidamente sueno el pito de alerta, y voy bajando para socorrer al amigo mientras David sube el mismo tiempo. Afortunadamente estaba casi intacto, solo con el mismo codo un poco mas lastimado. De ahí en adelante bajamos todos un poco más cautelosos y menos dispersos. Ya en el final esperando que nuestro chofer fuera a buscarnos, recibimos el pequeño discurso de Yessenia sobre nuestra dispersión a la hora de caminar, y la disposición correcta de minas en el camino.

Wakarakari Arawak
                Varios días después, recibimos todo el mensaje de la olla de la chocolatada perdida. Así estuvimos varios días más sin dar con su paradero. Hasta que el día de la próxima exploración, cuando Yessy me envía una foto con la olla dentro de su neverita.





1 comentario:

  1. Cuando estas entre tanta belleza y esa altura sientes que tocas el cielo y que DIOS escucha mejor tus deseos... Gracias Señor por regalarnos tanta belleza y por permitirnos vivir y disfrutarla...

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