miércoles, 27 de abril de 2011

Hasta Donde Llega la Solidaridad

Mientras caminaba por aquellos senderos, lograba escuchar las consignas del pueblo que en si llevaban el sentir, la indignación y los efectos de la represión. Le estaba pisando los talones a la marcha que se había organizado, pero llegue un poco tarde. En el curso, me pude concentrar en el ambiente, era uno de marginación, casuchas pobres, algunas sin pintar. De seguro era gente pobre. 
 Hacía tiempo que no me entregaba a mi tierra, me faltaba ese acercamiento. Y esta era la oportunidad. Un viaje que cruzaría la isla de sur a norte. Al comenzar me encuentro con una muralla de montañas altivas e inmóviles. El serpenteo nos lleva de una en otra hasta llegar a lo último que se ve, para luego darse cuenta que lo que se había recorrido es una ínfima parte del todo.
Se me paso una salida que debí tomar para seguir cortando montañas. Pero luego más adelante me di cuenta que valió la pena pasarse. Pues cuando encontré un lugar para virar, ahí se abría hasta el fondo una vista inmensa, sentí la misma sensación que sentí en el maravilla, de querer lanzarme y fungirme entre ese esplendor que ilumina mis pensamientos.
Así continúe el viaje, con el esplendor sureño en el retrovisor, para luego unos pasos adelante ver otro esplendor norteño. Es una maravilla estar entre medio, es como sentirse como la punta de una lanza que corta el mundo.
Dejamos las colinas del sur, por los mogotes del norte. Allí nos encontrábamos en medio de la multitud accionaria. Cuando de pronto se ve a lo lejos un padre con su hija caminando entre los matorrales. Juntos brincaron unos alambres de púas y se nos unieron.  Aplaudí y no me sentí solo, pues sabía que ese hombre llevaba en su alma el mismo dolor y escuchaba la misma voz que conduce a la solidaridad.
Gracias a este viaje, me siento que soy más de mi mismo. Porque en mis recuerdos quedan las consignas, las experiencias que sirven de combustible a llevarnos a aquellos confines donde la marginación y la represión es el pan nuestro de cada día. También alimenta mi conciencia, y esta se hace más solidaria, porque minuto tras minuto, segundo tras segundo me repite aquellas consignas que son el sentir del pueblo luchador. NO AL GASODUCTO!!

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