sábado, 9 de julio de 2011

Alegría en la Cultura y de lo que no se publica.

     Los adoquines azulados se tornaron en camino y la desesperanza de los vagabundos se me volvió a tornar en melancolía. Por allá por la Tetuán y luego cruzando hacia la del Cristo se me recreaba en la mente aquella hazaña de los dos muchachos que algunos llamaran héroes y otros terroristas. Me avecinaba cerca de las escalinatas de la iglesia, cuando retumbaron en mí ser el fuego nítido de los balazos que troncharon la vida de aquel monstruo. Pero para esto no cruce media isla, sino  que un poco más arriba, en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe se encontraba el cuerpo de un viejo amigo que nunca conocí en vida.

     Unas escaleras rechinantes hicieron mi entrada a la bien preservada estructura antigua. Unas flechas indicaban hacia dónde dirigirme en aquel laberinto de pasillos, hasta que me encontré con una pequeña e inmóvil fila. Varios minutos, quizás una hora después, me toco el turno de plasmar mi firma, allí puse en el espacio del nombre “Gabriel Alvarado Miranda”, y el otro espacio de dirección “Ext. Jardines de Coamo ¡Hasta Siempre!”.  Se me entregaron unos panfletitos y chucherías para luego darme entrada a la capilla.

     Era pequeña con al menos tres filas de bancos. Allí estaba tendido sobre el féretro con una alegría que iba más allá de su apellido. Una pequeña noticia enmarcada adornaba el féretro y me llamo la atención, se titulaba algo así como “Capturan el Morro por la Cultura”. Debió ser de su juventud, pues lo que al papel fuere estaba amarillo casi marrón. Allí me detuve unos segundos y continúe mi recorrido.

     Tome asiento para apreciar la cultura en su máximo esplendor, pues había música, niños tocando cuatro, estaba Moriviví un personaje cómico que nos contaba la historia en forma poética jibara. Y lo que marco el final de mi estadía un trompetista enviado en nombre de la alcaldía de Caguas. Oí que se llamaba algo así como Trichi, interpreto dos números, uno con tema de la paz y otro la borinqueña. Unos comenzaron a acompañarlo “La tierra de Borinquén” y otros “Despierta Borinqueño”, ciertamente unos a canto de jardines y flores y otros a son de machete y cañones. Culminando unos con “Del mar y el sol” y otros con “la Libertad”, y en el ultimo rechinar de la trompeta se nos zafo un ¡Viva Puerto Rico libre! Lo que provoco en mi ánima una sonrisa, pues sabia profundamente que versión de la Borinqueña llenaría de orgullo a nuestro compañero a quien venimos a despedir. En ese momento me sentí satisfecho y comencé mi retorno. Salgo por donde mismo entre, para hacerme de cuenta que la fila llegaba a las escaleras rechinantes de la entrada. Para luego ver por televisión un reportaje en el cual sale el mismo trompetista con dos coros, y en el último rechinar de la trompeta se corta el visual.

     Dedicado a quien en vida fue Don Ricardo Enrique Alegría Gallardo, y en muerte una inspiración la cual seguir y antídoto a la amnesia cultural a la que hemos sido subyugados. De tus letras aprendí y tus acciones me arrastran a cada confín desta bendita patria donde este la represión, marginación  y destrucción de lo que nos hace y une como pueblo. También a ese puñado de lectores, que seguramente puedo contar con los dedos de una mano y me sobran.


2 comentarios: