lunes, 6 de junio de 2011

787-911

Creo firmemente que el nivel de civilización de una sociedad se mide en cómo se trata a los más necesitados. Ya sea los vagabundos que no tienen hogar o los enfermos en cualquier lugar y en cualquier situación. Como también creía firmemente en que el sistema de emergencias 911 estaría hay cuando lo necesitaría. Hasta que llego la fatídica madrugada en que agarre el teléfono y con unas manos temblorosas, pulse la secuencia mágica de números que habría de comunicarme con algún tipo de ayuda. No soy insistente, así que solo basto un segundo intento fallido para hacerme de paramédico y manejar la situación como Dios mandara.

               Dos o tres madrugadas más adelante, me levanta una voz ronca, parecía como si la vejez o el desgaste de siglos hizo de su hazaña. Desisto rápidamente de la idea de marcar la secuencia mágica de números que habría de comunicarme con algún tipo de ayuda, pues uno aprende de las experiencias. Mis ojos aun cegados por la esmorres del sueño solo alcanzan a ver una silueta de lo que parece ser un hombre. Entonces agarro uno de mis cuadros para usarlo como arma y rajárselo en la cabeza al que fuere. Cuando de repente la misma voz ronca grita, ¡Altooo Gabriel!, y al mismo tiempo enciende la luz del cuarto. Después de tres parpadeadas y la visión casi recuperada logro identificar a este viejo barbudo de bastón.
-Emeterioooooo!.
-El mismo, unos ciento trece años mas viejo desde mi último respiro. Así exclamo.
Erase la representación fantasmal del  DR. Ramón Emeterio Betances, con una peste putrefactoria que daba al cuarto una escena de morgue en plena segunda guerra mundial.
-¿Cómo se encuentra Doctor después de tantos años?
-Hay hijo mío, estos días han cambiado mucho, antes era el libertador de esclavos más famoso de todas las Antillas, hoy la gente me confundiría con un comunista acabado de salir de la sierra maestra.
-Asi es, pero ya no hay esclavos.
-Jum, yo creo que las cadenas ya no son de hierro.
-Adiós Doctor, yo pensaba que se habían robado su bastón del Museo de las Américas.
-¿Se robaron?, mejor dicho recupere, muchacho ya no aguantaba el dolor de espalda, y más ahora que me la paso caminando.
-¿Caminando Doctor?, pensé que en el paraíso no se caminaba.
-Paraisoooo!, -exclama con un poco de nostalgia-, yo no he visto el paraíso, si al Eugenio este le dio que le acompañara en algo hay de la peregrinación de Bayoan. Nos pasamos tooh el siglo, de Cuba a Haiti, pasamos por República Dominicana y después nos montamos en una yola hasta Puerto Rico. Y viramos con el mismo amor. Hemos ya hecho esta peregrinación como 10 veces, y aun no encontramos al Bayoan ese. Así que me escape a buscar el bastón este, por que mira que no aguanto más.

-Pero Doctor, si hasta donde yo tengo entender, eso es una leyenda que el mismo Eugenio se invento.
-No me jodas, este maricon me ha cogió de mamao por siglo y un octavo de otro.
-Carajoooo!...

-Bueno Doctor, que le trae por acá.
-Muchacho si toi perdió, y después esta lluvia que no para, pues en algún sitio me tenía que escampar.
-¡Que!, pero si yo pensaba que uste venia a traerme algún tipo de mensaje profetico.
-Pero que tú te crees muchachito, que yo soy un mesiah o algo así, ahhh, eso se lo dejo al Rosselló ese, que yo no se pol que la gente le dice doctor, hubiera vivido en mi tiempo, de seguro que un grupo desos esclavos que libere se lo comerían en un pincho con tortas de pana.

        El Doctor me siguió hablando destas cosas locas, parece que el tiempo sigue haciendo estragos, aun después de la muerte. En un momento que cayó, veo la oportunidad de conversar con él sobre mi suceso de unas madrugadas atrás.

-Pues muchacho, en aquellos tiempos, los doctores íbamos a las casas de los enfermos. Claro, la mayoría iba a las casas de los ricos, yo como no quería meterme en ese lio de ricos y pobres, pues me dedique a liberar esclavos.
-Pero por lo que veo, con tantas facilidades que hay, los doctores se pueden mover mucho más rápido, es mas con el dinero que pagan las polkerias esas de planes médicos, deben de pagarle directamente a los doctores, así hasta yo si hubiera vidado en estos días diría al carajo los esclavos.

       Después de un rato de conversar con el Doctor me di cuenta que había perdido toda cabalidad de aquel pensamiento revolucionario que había enaltecido su nombre.
Así siguió hablando de sus aventuras por Francia y de que llevo al fracaso el Grito de Lares. Y ya cuando casi me quedaba dormido nuevamente, entra como un relámpago un indio casi desnudo gritando: !Ete Ochoca Ete!!, !Ete Ochoca Ete!!

Seguido por otro barbudo, este mejor vestido que el Doctor y menos apestoso.
-Ramoncitooooo, metele con el baston!, grito.

PLUMMMMMMM!
-Carajo!!, para algo había de servir la porquería de bastón esa. Bien hecho Ramoncito.
-Maestro Eugenio, quien diache era ese.
-Ese es el Bayoan que tanto hemos estado buscando. Al fin hemos terminado nuestro destino en la tierra. Ya podemos descansar en paz.

Yo harto de tanta locura fantasmal no aguantaba más y los eche fuera del cuarto.
-Ahh, y se llevan al muerto ese.

         Ya casi encontrando el sueño nuevamente, se me viene al pensamiento lo que había dicho el tal Bayoan, ete ochoca ete, que diache significara eso, me dije a mí mismo. Cuando de repente en un abrir y cerrar de ojos me doi cuenta de quien en realidad venia a traerme el mensaje profético era el tal Bayoan. Lo que quería decirme era que la próxima vez, marcara siete ocho siete y luego el 911.

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