jueves, 1 de septiembre de 2011

De Pitirres Enfurecidos


     Sera que el viento arrastra lo que ya en otros lados en ruinas se halla. Como es que este ser pasea entre nosotros inadvertido y nos toca día a día con su suavidad infinita. Cuando nos abate con su furia arranca todo a su paso dejando una devastación impresa en aquellos que jugaran el papel de testigos. También empuja el mar desde la lejanía del horizonte para crear dunas licuadas que han de romper en la orilla desgarrándole el alma a la tierra.
-¡En este vaivén nos ha tenido toda la vida!, exclama un pitirre.
-¡Ayer me dejo huérfano, arranco mi nido, mi árbol, se lo ha llevado todo!
-¡Maldita sea Bóreas, Noto, Céfiro, Euro, Huracán, maldita sea la hora de los cambios en temperatura que te provocan, maldita sea la hora en que fuiste creado, maldita sea la respiración de los dioses, maldita sea sin importar de donde vengas!
-¿Por qué no vas y soplas a tu madre?, ¡Cabrón!
Ante las palabras y maldiciones llenas de furia del pitirre, se abre paso entre las nubes y cae a tierra una ráfaga resoplando las plumas de nuestro amigo enfurecido.
-¡Llévame a mi hijo de puta!, exclama abriendo sus alas al cielo.
     Vuelve a caer otra ráfaga, esta vez alzando nuestro amigo por los aires. Mientras va cayendo, el pitirre siente una ventisca por sus oídos, que a su entender le susurraban unas palabras.
     Nuestro amigo calla y olvida su furia. Se da a la tarea de recoger y construir un nuevo nido. Pues este alcanzo a comprender que de las ruinas nacen nuevas construcciones, que si nos devasta es para borrar y comenzar de nuevo, que si nos llegan olas a degastar la tierra, es porque el mundo cambia constantemente y no es una bola estática sin vida ni nada que ofrecer. También comprendió que el viento es su amigo ya que este le tiende una mano para que alce vuelo libre por los cielos que han de llevar brisas que susurran este cuento. 

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